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Vengo de dar clase, y como muchas veces ocurre cuando trato de explicar cosas, he reflexionado en voz alta sobre la ropa, la vestimenta, la moda, las artes decorativas y el arte. Es decir, he divagado resolviendo dudas a alumnos y descubriendo cosas yo misma, cosas que sé pero que no ordeno hasta que no trato de explicarlas.  Cuando he llegado a casa he pensado que sería interesante compartir algunos de éstos pensamientos por aquí con vosotr@s… así que allá voy…
Os hablaré de algo que siempre cuento y que creo que caracteriza nuestro trabajo, el amor por la artesanía y las artes aplicadas. Cualquiera que nos siga en redes sociales sabe cómo nos influencia el arte, la creatividad… pero por encima de todo siempre tratamos de poner en valor el trabajo anónimo artesano que ha decorado casas, habitaciones, prendas, textiles y utensilios durante miles de años en todas las culturas. La artesanía para nosotros es una suerte de inteligencia colectiva, de expresión humana sin individualismo y que normalmente se infravalora y se menosprecia.
Siempre he pensado que mucho de lo que los artistas han hecho durante las vanguardias e incluso en la actualidad, y que tiene y ha tenido tanta repercusión y alabanzas en nuestra sociedad, está inspirado -o directamente ya existía- en la artesanía o en el diseño textil. La abstracción, los juegos de colores, la composición… y también la expresión de emociones, estados de ánimo, culturas y creencias, todo está ahí, en las pinturas de muros, en las mantas que arropan, en el ganchillo o técnicas complejísimas cómo el shibori, en el patchwork o las almazuelas, en la cerámica, en la madera…
Una vez oí al genial Isaac Diaz Pardo, creador de Sargadelos, hacer una reflexión interesante. Estaba ante una talla de madera, una escultura, y decía algo así: “supongan que ésto es un crucero, un crucero tallado por un carpintero, entonces estaríamos antes una obra de artesanía, ahora, si éste supuesto crucero lo hago yo, que soy un titulado de bellas artes, entonces ya ésto es una obra de arte. Se quiere hacer una división del que hacer humano entre la cultura y el resto, cuando la cultura lo es todo, todo lo que crea e idea el hombre es cultura”
Esta reflexión es interesante ya que pone de manifiesto que hay una distinción de clase entre algo diseñado y producido por alguien que es artista y alguien que no lo es, o no está titulado o no se señala como artista…hay una distinción de clase. Pero yo añadiría algo más, creo que además hay una distinción de género, y esto, en el téxtil, es brutal.


Dentro de la artesanía el arte textil ha sido y es mayoritariamente femenino y, según mi percepción, esto lo ha situado por debajo incluso de otras artesanías y artes. La mujer ha sido menos que el hombre a lo largo de la historia y su trabajo también ha sido despreciado y minusvalorado. Existe una idea heredada en nuestras mentes de que el trabajo textil es algo de chicas y algo menor. Os voy a poner algunos ejemplos. Cuando yo estudiaba arquitectura empecé a hacer ropa a la vez, estaba en cuarto o quinto de carrera cuando uno de mis profesores de Proyectos me dijo, “tienes mucho talento para la arquitectura, no pierdas el tiempo con eso de hacer vestiditos”. En ese momento sentí la necesidad de defender lo que para mí significaba “hacer vestiditos” pero no supe cómo hacerlo. Había en el aire una idea clara: la arquitectura es un arte mayor, una cosa que han hecho los hombres, una cosa importante, mientras que hacer ropa (vestiditos) es una cosa menor, una cosa femenina, una cosa superflua (aquello me recordó a la Bauhaus donde las mujeres sólo podían diseñar textil y telares mientras los hombres hacían arte y arquitectura, mientras que dirigían la escuela y  decidían que lo menor era el téxtil y lo mayor la arquitectura y el arte)


Lo que descubrí con el tiempo y el estudio es que la ropa no es algo menor, no, es algo básico, un lenguaje, parte de nuestra comunicación, nuestra segunda piel y nuestro abrigo, la envolvente más próxima y algo a lo que el ser humano ha dedicado siglos de cuidado estudio y desarrollo. Descubrí que los tejidos encierran miles de años de conocimiento tecnológico, la selección de fibras, la torsión de los hilos, las búsqueda de materias primas, los tintes, las distintas técnicas y formas de unir hilos y piezas…, botones, cremalleras, corchetes, jacquares, bordados…todo ésto ha requerido de brillantez, creatividad e ingenio. Las prendas que llevamos son además contadoras de historias, comunicación absoluta, lenguaje visual que habla de nuestra forma de ser, de si somos prácticos, de si somos estetas, de si queremos pasar desapercibidos, de si necesitamos captar la atención de otros. Las prendas hablan también de nuestro estatus, son una herramienta poderosa simbólica, narrativa y mágica.

En la evolución, el hombre y la mujer comenzaron a vestirse para comunicarse, no para abrigarse como la mayoría cree, Una vez perdieron el pelo corporal pasó casi un millón de años, según recientes teorías, hasta que empezaron a vestirse, y no tanto por cuestiones de temperatura como con cuestiones que tienen que ver con  la comunicación. Así, los atuendos servían a los hombres para contarse cosas, para señalar su estatus, para atemorizar al contrario a la hora de pelear. Así surge la vestimenta como un lenguaje que se ha desarrollado  a lo largo de la historia de la humanidad hasta nuestros días.


La confección de la ropa ha tenido tradicionalmente lugar en los hogares, en el espacio doméstico, y ha sido llevado a cabo por mujeres…y esto ha hecho que haya sido un trabajo menospreciado y que todavía hoy de alguna forma siga siéndolo.
Cuando comencé a hacer ganchillo me dí cuenta de todo el conocimiento e ingenio necesario para crear cosas con esa técnica; me dí cuenta del trabajo exquisito, detallado y las horas de estudio que requería hacer, por ejemplo, las colchas que hacía mi abuela; me dí cuenta de lo que nos habíamos reído en casa con su trabajo, tan admirable, tan respetable y tan necesario como el de un hombre haciendo casas o puentes.
En diseño textil o de ropa lo que hay y habrá son creadores geniales, regulares o mediocres, igual que en arquitectura habrá arquitectos geniales, regulares y mediocres, pero en ambas cosas siempre hay alguien aportando, creando, inventando, y siempre hay gente con menos ideas o con más oficio que creatividad etc… Pero todo es parte de nuestra cultura, parte de lo que el hombre crea para bien o para mal, parte de su expresión, de su lenguaje y de su imaginación. Nos parece que hay cosas que son más complejas que otras y ahí es dónde creo que hay ese sesgo de género, dónde lo que ha realizado el hombre es complejo y valioso y lo que ha realizado la mujer sencillo y menos importante. Pero sólo hay que ver cómo teñían usando plantas, insectos o piedras, cómo hilaban, cómo tejían y como ideaban composiciones creativas para darnos cuenta de la complejidad del diseño textil.



Bueno, hago esta reflexión también como excusa para mostraros cosas fascinantes que ilustran el texto y  para poner en valor el trabajo de miles de mujeres en el anonimato de sus casas creando y componiendo con hilo de colores, aprovechando tejidos para hacer patchwork abstracto mucho antes que Kandinsky, haciendo y diseñando motivos de todo tipo, inventando el surrealismo antes que Dalí, aprendiendo técnicas dificilísimas llenas de paciencia, hilando fibras naturales, estudiando la mejor forma de unir tejidos o la mejor forma de conseguir abrigo y belleza. Y siempre sin buscar ni obtener demasiado reconocimiento.



Podéis ver el origen de estas fotos en esta carpeta de Pinterest entre otras muestras de trabajos textiles tradicionales.

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