Pues retomo mis posts reflexivos con un tema que me preocupa y que supongo que ha afectado siempre a mis diseños igual que a toda mi vida. Cuando era niña y veía los dibujos animados o las películas solía notar algo que no encajaba, los personajes femeninos casi siempre eran pasivos, secundarios (novias de…), sumisos y sonrientes… los héroes, por el contrario eran siempre creativos, protagonistas y valientes, eran ellos, los chicos. Yo obviamente sentía que era un chico, no era sumisa, ni secundaria, era mi protagonista y me sentía identificada con ellos. Incluso me inventé una especie de mitología o religión secreta en la que todos los humanos nacían con un sexo y a partir de una cierta edad se les cambiaba a todos, así, yo misma me convertiría en un chico, como parecía lógico por mi forma de ser… estaba convencida de que a los 10 u 11 años me despertaría siendo un niño varón, un protagonista por fin. Hace poco veía con Valentina algunos dibujos de mi época y en Willy Fog ella me preguntaba: mamá, ¿por qué la chica casi no habla?
Es sutil, pero está en todos sitios…mujeres sumisas, sonrientes, que sólo quieren casarse o tener el amor de un hombre. El feminismo lucha por la igualdad de las mujeres, no sólo una igualdad jurídica o de derechos, sino por la igualdad de nuestro papel en la sociedad, porque somos capaces, somos valientes y somos protagonistas… aunque durante siglos hayamos tenido que estar en las casas, encerradas en el ámbito doméstico, sin independencia económica, sin poder votar, escribiendo libros con pseudónimos o trabajando a la sombra de algún hombre… Pensamos que ya somos iguales porque ya votamos, que somos independientes económicamente porque trabajamos… pero ocurre que esa inercia asimétrica está en multitud de detalles a nuestro alrededor, y seguimos siendo cuidadoras de niños, ancianos y dependientes, seguimos haciendo mayoritariamente las tareas del hogar (sumadas a nuestra carrera profesional) y cobrando menos por los mismos trabajos, seguimos emprendiendo menos porque tenemos más cargas familiares, seguimos andando con miedo en las calles, se nos despide por quedarnos embarazadas, se nos pregunta en las entrevistas de trabajo si somos madres…los papeles que interpretan sobre nosotras en las películas siempre crean una sensación de que somos un poco menos…bonitas y adornadas, pero poco activas, poco divertidas, poco fuertes, poco independientes…todo a nuestro alrededor nos lo dice, nuestra educación desde niñas… y, en muchos casos, acabamos creyéndolo. Pero lo que comienza con pequeños micromachismos y detalles de ninguneo, tiene su reflejo brutal en los datos de violencia, violaciones, acosos y maltratos de cada día… parece que si somos menos pues menos importa lo que nos ocurra.
Por eso los detalles importan, la educación importa, necesitamos que la chica que va con Willy Fog hable, opine y participe de las aventuras del grupo como una más, porque si no siempre tendremos en nuestro inconsciente esa idea de secundarias.
Por eso para mí decirnos feministas y no avergonzarnos de ello es fundamental. Siempre oigo que las feministas son radicales y muchas veces en reuniones con amigos alguna mujer o algún hombre dice algo como”yo no soy feminista, dios me libre” o “no soy como esas feministas pesadas” o “yo ni feminismo ni machismo; igualdad”. Al oírlo yo me quedo siempre perpleja, me asombra lo denostado o mal visto que está decir que somos feministas… Me encanta esa frase que he leído muchas veces como definición de feminismo: “la idea radical de que las mujeres somos personas” No nos avergoncemos de decirlo, si queremos igualdad tenemos que ser todos, mujeres y hombres, feministas. Una sociedad que ha hecho de la palabra feminismo algo de lo que avergonzarse está siendo claramente machista, está despreciando un movimiento por la igualdad, convirtiéndolo en algo radical y malo. Según la RAE “el feminismo es la ideología que defiende que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres” así que si queremos los mismos derechos somos sencillamente “feministas”.